Alfredo Landaverde, un hondureño digno de admirar y recordar
Alfredo Landaverde mientras vivía. (Foto: El Heraldo) |
En constantes ocasiones nos hemos convencido de que los héroes no existen. Sin embargo, esto es una mentira, pues en realidad no hemos sabido darles el valor necesario. En Honduras, por ejemplo, ha habido muchos héroes. Sí, quizás sin una capa o algún poder anormal. Entre ellos está Alfredo Landaverde, un admirable y distinguido hondureño que siempre luchó por la justicia en nuestro país, aunque esto le terminara costando la vida. Y es, justamente, a la memoria del «Indio Landaverde» que deseo rendir homenaje con este artículo.
Gustavo Alfredo Landaverde Hernández nació el 11 de febrero de 1940 en La Lima, Departamento de Cortés. Alfredo fue el hijo mayor de sus padres, Carlos Alberto Landaverde y María Romelia Hernández. Tras concluir la primaria, su padre lo envió a San Pedro Sula para que continuara con sus estudios. Allá, se graduó con honores del Instituto José Trinidad Reyes y, posteriormente, continuó sus estudios universitarios en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), en México. Sin embargo –por cuestiones económicas– se vio forzado a retornar a Honduras, donde prosiguió con sus estudios de ingeniería en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH). Durante sus años de estudiante universitario fundó, en colaboración de varios amigos y compañeros, un movimiento social destinado a la lucha por los derechos de los pobres.
Durante finales de la década de 1970 vivió en Venezuela, sede del Instituto de Formación Demócrata Cristiana (IFEDEC). Alfredo siempre fue un estricto amante de la lectura y era normal que, en sus horas libres, soliera frecuentar la biblioteca de dicha institución. Allí conoció a Hilda Emperatriz Caldera Tosta, una joven estudiante de sociología que terminaría por convertirse en su segunda esposa. La pareja honduro-venezolana estableció, tiempo después, su residencia en la capital de Honduras; y, además, tuvieron a su hija Hilda Carolina. Aunque, por otra parte, Landaverde en su primer matrimonio había procreado dos hijas, Elvia María y Ana Cristina. Hilda Caldera, viuda de Landaverde, actualmente es catedrática de Sociología en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), y posee una destacada y amplia labor intelectual. Es, además, una de las fundadoras de la Fundación Alfredo Landaverde.
En 1968 fundó en la ciudad de Choluteca, junto con varios amigos, el Movimiento Social Cristiano (MSC). Este movimiento sentó las bases para que luego se fundara el Partido Demócrata Cristiano de Honduras (PDCH), con el cual Alfredo Landaverde llegó al Congreso Nacional de la República, en representación del departamento de Cortés. Sentado en el curul de diputado propuso la elaboración de proyectos que dieran beneficio a las clases proletarias de la zona norte del país.
Además, se le recuerda por haber sido un enemigo confeso de los actos de corrupción que se daban dentro y fuera del Congreso Nacional. Landaverde siempre fue una persona franca y sincera, por lo que nunca tuvo tapujos para decir la verdad. En algunas ocasiones, incluso, se atrevió a retar a la muerte de forma pública. Y fue así que, unas semanas después de haber denunciado en un famoso noticiero la relación entre el crimen organizado y la policía nacional, el 7 de diciembre de 2011, unos cobardes sicarios acabaron con su vida.
Además, se le recuerda por haber sido un enemigo confeso de los actos de corrupción que se daban dentro y fuera del Congreso Nacional. Landaverde siempre fue una persona franca y sincera, por lo que nunca tuvo tapujos para decir la verdad. En algunas ocasiones, incluso, se atrevió a retar a la muerte de forma pública. Y fue así que, unas semanas después de haber denunciado en un famoso noticiero la relación entre el crimen organizado y la policía nacional, el 7 de diciembre de 2011, unos cobardes sicarios acabaron con su vida.
«A Jesucristo lo mataron por decir la verdad... Si por decir la verdad me van a asesinar ¡bienvenida sea la muerte!», dijo en alguna ocasión Alfredo Landaverde.
Sí, Landaverde ya no está con nosotros físicamente. Pero su admirable valentía e ideales deben estar siempre presentes en el diario vivir de todos los buenos hondureños que soñamos con una Honduras donde haya justicia y, por consecuencia, paz. ¡Tu legado no morirá jamás, Alfredo!
Perfil del autor: Luis Alberto Escalante Cámbar es un tegucigalpense nacido en 1999. Tiene interés en la filosofía, la historia y las ciencias políticas. Actualmente es estudiante de Ciencias de la Comunicación en la Universidad Católica de Honduras. Un apasionado soñador y contador de historias.
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